Prisioneros, el corazón en el abismo, una afrenta contra Dios
Sólo hay un thriller comparable a este, y su
título es Mystic River. Comparable o similar en hondura, en intensidad, en profundidad
melodramática. Si Clint Eastwood, (que es un ser de otro planeta, probablemente de Marte), remueve las
conciencias y los estómagos de todos los espectadores que se precien de
serlo, con su habitual soltura cinematográfica, (propia de un maestro de otro
tiempo, por ahí leí que debiera llevar un parche en el ojo como Nicholas Ray, y
escribir esto no es nada descabellado), Denis Villeneuve con sus dos largos,
se está empezando a construir su propio Olimpo entre los dioses del celuloide. Digo
esto y no creo que exagere. Es más, creo que fue Denis quien dijo en una
entrevista qué leí por ahí (aunque quizás no fue él) qué se quiso dedicar a
esta industria del séptimo arte, después de ver la película Matar a un ruiseñor. Sea como fuere, esta frase le viene que ni
pintada, que ni al pelo. Porque Prisioneros
es una película muy grande en todos los sentidos, en dónde en medio de su
anonada contemplación, (porque entretiene,vaya que sí, entretiene), el tiempo se
relativiza a través de una tensión creciente que te alcanza hasta calar todos
los huesos. Y no se trata de un entretenimiento baladí, barato o casual, porque
aunque no quieras, aunque el mayor de los imbéciles esté sentado en su butaca
pimplando palomitas, se dará cuenta de que sin querer, vaya por Dios, ¡Se le hace
pensar!, Se le plantea un dilema moral, se
le está arrastrando hacia el lado más oscuro del corazón humano, hacia los
confines en donde el hombre se revela y se levanta contra el propio Dios…
Entonces quizá y sólo quizá (no me atrevo a decir más), alguna de las palomitas
que ingiere como un mono se le atragante, y por gracia mística o divina dejará
de hacer ruido. Tal vez, con un poco más de suerte, pierda el apetito durante el
resto de las algo más de dos horas.
Nada es casual en esta película, el guión es
un alarde de ingeniería, y de giros y contra-giros (Robert Mckee
estaría orgullosísimo, es un guión de manual,
para estudiar en las escuelas de guión y de cine vamos), y por algo, en la
primera escena se recita una oración, un Padre Nuestro en medio de un bosque
recién nevado, mientras la mira telescópica de un fusil de caza apunta a un
pequeño cervatillo que linda con la muerte (genial metáfora por otro lado, que
ya te indica a las claras por dónde van a ir los tiros).
Si en Mystic River, Eastwood se sumergía en
lo más profundo del dolor de un padre, y demostraba que nada es lo que parece,
qué se puede ser inocente y culpable a la vez, o dicho con mayor propiedad; El
hombre puede dejar su humanidad atrás o a un lado, cuando el corazón está tan ajado
por el sufrimiento, que se esfuerza por descifrar respuestas que no existen (o
aún peor sí existen, pero son fruto de la maldad y por lo tanto, o aún peor, o mucho
peor, son inútiles) en medio de los espejismos del pasado, y las máscaras de
humo del presente. Pasado aterrador que siempre vuelve entre lobos, bajo el
tibio transcurrir de un meandro teñido
por la desesperación de un niño, por la muerte de una hija, por la cicatriz de
tres amigos que dejaron de ser niños demasiado rápido. Río que desemboca en un
mar de angustia o de eterno retorno.
Villeneuve hace lo propio y plantea nuevas cuestiones
éticas, de igual o mayor calado y trascendencia. Mystic River, es una increíble
película por su negrura, su amarga oscuridad, (que se posa como una losa a lo
largo de todo el metraje), allí entre esas calles de un pueblo que podría
ser cualquiera, pero que la mano sabia de Clint curiosamente (o no tanto), lo
sitúa cerca de las Vegas, representación del sueño americano. Mientras te
narran la historia de tres muchachos alcanzados por la flecha de la adversidad,
sabes bien que no habrá nadie que se salve, que quede absuelto, todos los
protagonistas están unidos a través de unos lazos de culpa invisibles, (ya sea
provocada o auto-impuesta), en un río místico, y por esa razón aciaga pagarán
por sus pecados, o serán mártires del pecado de sus verdugos, aquellos asesinos
del alma que causaron tal estrago años atrás, que acaban para siempre con el
orden en sus vidas, (al menos en dos de tres de ellos). En ambas películas,
Prisioneros y Mystic River, la religión, la devoción y la iglesia corrupta son
desencadenantes trágicos.
Villeneuve llega al clímax desde el minuto
siete de película, minuto en dónde se desencadena el drama de forma fulgurante,
y se inicia de nuevo la tragedia. Tragedia que al igual que en Mystic River
bebe de su pasado, tiene víctimas y verdugos, y es igualmente difícil (y esto supone
el punto clave y fascinante de la película) para el espectador distinguir a
unos de otros. Porque tan pronto el verdugo se convierte en víctima como ocurre
lo contrario. Pero la cinta no confunde, ni cae en la confusión, ni provoca que
el espectador se confunda, porque lo que ocurre podría acaecer en cualquier
lugar del mundo, y cada acto es producto de una acción que lo genera, y habrá
personajes que tendrán razones más poderosas que otros para hacer lo que hacen.
Se trata de una apuesta por lo tanto, igualmente válida que Mystic River, igualmente
atronadora en las conciencias propias y ajenas, igualmente heladora de la
sangre más atemperada, igualmente asombrosa, igualmente genial.
Situemos a un padre perfectamente civilizado
en un escenario extremo, en una situación límite, con un plazo a vida o muerte,
en un lugar tenebroso en donde pierde a su pequeña hija (que es además para más inri una ricura).
Démosle indicios a este padre para que termine de perder la poca cordura o
civismo que le queda, (que le podría quedar en una situación de tal calibre), y
observemos qué pasa, dejemos que Villeneuve nos lleve de la mano, observemos cómo
se comporta, por dónde transcurre a partir de aquí el día a día de este padre…
Seguro que nos sorprendemos y mucho, o quizá, si pensamos un poquito y nos
ponemos en su lugar, no nos sorprendamos tanto.
Qué puedo decir del trabajo de Hugh Jackman,ese galán infravalorado por el cine, que ha recibido su justa recompensa
en el Festival de San Sebastián, que recompensa siempre a los más grandes
iconos de su generación,dando premios por una vida, por una carrera dedicada al
cine, a los que realmente lo merecen, porque el público los adora y punto. Pues que al
igual que al contemplar a Al Pacino en Scarface, uno se pregunta si este se metería grandes dosis
de coca para mantener ese nivel de adrenalina durante toda la representación,
qué cojones, (permítanme la expresión, no hay otra), hace este tío para
mantener este nivel de intensidad dramática. Es feroz, es hijo de la ira, es Lobezno
una vez más. Pero un lobezno humano, un hombre convertido en lobo por el comportamiento
de otros hombres u otros lobos, que se mueve magistralmente entre estallidos de
ira, ferocidad y salvajismo. No hay otro Lobezno mejor, como no hay otro que
pueda interpretar a un padre en los límites del auto-control. Este tio es un
crack. Qué puedo decir de Jake
Gyllenhaal, pues que bendito
Actors Studio, y bendita escuela de interpretación americana. Porque si en Donnie Darko te deja con la boca abierta, moviéndose en medio del delirio y la
inacción, en esta película es un poli que le viene como anillo al dedo a
cualquier departamento de policía. Es un tio que se implica en sus papeles
igual que se implica en este caso, y si ya en Zodiac
(auténtico coñazo de película con destellos de cine inconmensurable) mantenía
el sólo escena tras escena cada situación, lo vuelve hacer, lo vuelve a lograr.
Por ende, por MichaelEnde diría yo, otro crack.
Después está Paul Dano. Atención señores, atención a los segundos en que saca a
pasear al perro, atención al atormentado muchacho que retrata, atención a su
forma de dejarte sin una gota de sangre en las venas por momentos. Es mucho
Paul Dano, es otro actorazo. Y como no podía ser de otra manera la protagonista
femenina, esa madre abrumada por el dolor de perder a una hija, es Maria Bello
dando el callo, que a mi desde que disfruté de su interpretación en Una historia de violencia me encanta, francamente. Duelos interpretativos en su cúspide, rodados
con mano firme sujetando dos cámaras, mejor, para que no se estorben entre
Hugh, Jake y Paul. Enfrentamientos interpretativos simple y llanamente
magistrales, cargados de sentido, fuerza, veracidad. Una maravilla resumiendo.
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