En el orfanato
Es de noche, me toco
la cara, todavía está ahí, puedo sentir como palpita. Palpo y me impregno los
dedos del líquido acuoso que cae suavemente sobre mi mejilla entre el agua
oxigenada y el yodo que se escurre entre los puntos de sutura que forman una
brecha, como un río de lado a lado de la península en carne viva de mi rostro,
de mi alma, como un espejo en que se desangra.
Fuera, puedo percibir
el tenue runruneo de mis compañeros al dormir. Me arranco la camisa como si no
tuviese ningún botón, todos los botones saltan como chispas, la acerco a
mi nariz, huele a dulce, con ese sabor agrio de las heridas de guerra que
provoca la noche, sin gloria, tampoco desesperación. Me desabrocho el cinturón
del vaquero, lo arrastro con las manos abiertas hasta que cae deslizándose bajo
los talones, entonces lo arrojo sobre algún rincón del habitáculo en donde
voluntariamente me he encerrado. Utilizo las palmas para recorrer el techo que
se levanta apenas a unos palmos sobre mí, encuentro una superficie
sobresaliente con una anilla. Tiro hacia abajo de la pequeña manivela y la
oscuridad se llena de otra oscuridad más resplandeciente y menos fría, bañada por el crepitar de grillos que
anuncian el verano. Me quedo dormido en el cuarto de la limpieza, entre cubos y
fregonas.
Nadie dijo que fuera fácil. Nunca lo ha sido. Al menos
para mí.
Aquel desprendimiento
Llegados a este punto de vacío,
De sutil complacencia y de desgana.
Puedo decir y digo sin complejos:
Que por amor caí
Y por amor me levanto.
Llegados a este punto en que no hay consuelo
En la península rota de las ansias.
Una palabra basta para seguir viviendo.
Fuera
Hecho de luz en la sombra,
En el remanso que deja la luna sin antorcha,
En donde nada alumbra.
Muy lejos de cualquier latitud.
En ese punto mismo de tierra anquilosada.
Abriendo un surco en la piel de la oscuridad.
Muy lejos, muy antes de nacer.
Donde nunca nadie pudo ver a nadie.
Fuera volver de la resaca del mar.
El árbol de la vida
El calor abre la tierra mojada,
Me siento como un ladrón sin linterna:
Murciélago, relámpago, racimo.
Dudas tendidas sobre las arenas,
Lunas sobre tu desnudez en ramas.
Siempre habrá corazones devorados,
Flores del mal, fósiles en pedruscos.
Los minutos no existen, los creas.
Crujir de las hojas desvencijadas
Que acelera la carrera del tiempo.
No hay comentarios :
Publicar un comentario