Jaime Gil de Biedma
A veces me pregunto
Que me hubiera ocurrido
Si te hubiera leído
Siendo mucho más joven.
Seguramente, creo,
Hubiera acumulado
En mi burda memoria
Verbos irregulares
Y menos adjetivos.
Buscaría lo heroico
Tras las calles desiertas
Y el tumulto en los bares;
Tendría más conciencia
De desaparecido,
Despersonalizado,
En esta multitud
Fría y acongojada.
Sé que guardo contigo
Una imposible propensión al mito.
No se puede ser
No se puede ser
Netamente nostálgico,
Pues no consigues nada
Muy descorazonado,
La
vida nos sujeta
Porque
precisamente
No
es como la esperábamos.
Seguramente ahora
No sabría decirte
En que consiste el mundo…
Tengo un pequeño libro
Con algunos poemas
Escritos de tu mano,
En la fácil cadencia
Tan retráctil y diestra
De los enaltecidos.
Quiero, siendo imposible,
(O acaso no lo sea)
Tender mi copa en alto
Para brindar contigo.
Que
la vida iba en serio
Muchas veces al día
Soy capaz de olvidarlo,
Y por eso te leo
A ratos, en silencio,
Para hacer memoria
De quien no recordamos.
(El latido del alma
Se oculta tras sus párpados.)
Te dedico un poema
Con cierta imprecisión,
Espero que te guste
Aunque no pueda ser
La vaga exhalación
Expresada en palabras
Del llanto del furtivo.
Vivirás
como un símbolo.
Levanto en mi humildad
Levanto en mi humildad
Los versos que contigo
Esta noche exaltada
Yo rescribo para esa
Pequeña
multitud callada
De gente deseosa
De alumbrar al mundo
Sin poder hacerlo…
Yo quiero proclamarlo:
¡Que
sea el hombre el dueño
de
su historia!
La crónica de España
Sólo tiene vencidos.
Nadie gana una guerra,
Entonces quienes ganan
Son los que más fracasan
Bajo la humillación
De la miseria póstuma
Que dejan tras sus huellas.
¡Felices
como bestias!
Oh
innoble servidumbre
De
amar seres humanos,
Y
la más innoble
Que
es amarse a sí mismo.
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