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sábado, 7 de diciembre de 2013

Poemas existencialistas y románticos


Si he perdido la vida, el tiempo, todo,
Lo que tiré, como un anillo, al agua,
Si he perdido la voz en la maleza,
Me queda la palabra.
(Blas de Otero – Le pido la paz y la palabra)
Una esperanza pavorosa era todo lo que el mundo contenía.
(Lord Byron – Domestic Pieces)
Sé del mar
El mar
Sé del tiempo
El tiempo
Que cubre tu piel
El tiempo
Que te relate
Las rutas
De los astros las pálidas
Maravillas Las Galaxias
El exuberante
Esplendor del Universo
Sé de ti
Tu sonrisa
(Luis Hernández)

Inacción

En la quietud imposible,
Martillea el miedo
De la existencia
Y se agota la acción.

Nunca

Nunca me digas nunca.
Jamás es demasiado,
Como el océano.
Es excesivo,
Como la mar,
Es un engaño.
No te confundas.
No está escrito.
El cielo no lo sabe.
No podrían separarnos.

¿A qué tienes miedo?

Mi miedo es mi pena.
Mi pena es mi miedo.
Mi miedo es no ser,
Desaparecer.

Mi pena es saber
Que puedo perder
Lo que ahora tengo.
Mi miedo es morir.
Mi pena es sentirme
Ya muerto
Si no te encuentro.

Mi miedo es volver
La espalda
Y no saber dónde
Has ido.
Caer al vacío
Sin paracaídas,
Perder el sentido,
Llenarse de pena
Hasta vomitar.

La pena más grande:
La que no deseas,
La que no imaginas,
Porque asusta tanto
Que te parte en dos.
¿El miedo? ¿Verdadero miedo?
Palpitar perdido
Con un zoom de ojos.
Dando vueltas, vueltas,
Muchas vueltas, vueltas,
Entro dos mitades de ti;
Una estando yerma.

Mi pena es sentir que
Te vas
Y sin ti me pierdo.

Siempre

Sin aparentes.
Sin subterfugios.
El pensamiento oscuro.
Desligado del amor y del pasado.
Da paso al tiempo y a la vida y su camino.
No le alcanzan las horas al amanecer,
Es un momento álgido,
Que te hace consciente de cada instante.
Recuerdo que ya es recuerdo de otro recuerdo
Que también murió, siendo otro yo mismo.
Todo lo que sucede sin pausa y sin dolor,
Sobre un trono de hojas de otoño
En donde esperar el bautismo del futuro.
Sin poder remediarlo te espero,
Siempre te estaré esperando.

Suspiros

Una parte de la vida la paso pensando,
Otra parte releyendo lo poco vivido.
Perdí parte de mis ilusiones caminando,
Gané a la suerte la suerte de los elegidos.

Paso algunos momentos sumido en la utopía,
Otros almacenando la dicha traicionera.
Soborno al destino vividor y compañero,
No recuerdo el pasado, sólo evoco suspiros
Que me piden paso con pasiva claridad,
Que se ahogan por salir entre bellos recuerdos.

Divagación

Soy caos dentro de la pura esencia del caos,
Fin último de un fin.
Puedo ser noche,
Puedo ser día.
Puedo ser nombre
En parte o en nada
Con todo de mí.
Puedo ser palabra,
Puedo ser mar,
Puedo ser marea.
Todo mi talento
Huye desbocado,
Fluye derretido,
Brota salpicado
De un espejismo espasmódico
De un mismo lugar desconocido;
Fragmento de irrealidad.
Y yo, incrédulo infeliz,
Desigual en sentidos,
Recluso del vacío,
Puedo ser uno al fin
Del universo pleno.

Las olas son el pulso de la tierra

Las olas son el pulso de la tierra
Con su arritmia de sal y con su espuma,
Más fluida y profunda que la lluvia.
El suave devenir de la marea,
Apaciguado rumor de las olas,
Esconde un corazón, latido, voz;
La pura incrustación de los sentidos.

En trance junto a un cuadro de Van Gogh

En un punto inexacto de luz,
Sin querer pensar por un instante
El horror inerte, la muerte expectante,
Tan inabarcablemente inabarcable.
Esperando todo cuanto esté dispuesto
A abrirse en sincero pacto conmigo.
Proseguir caminando, desplegándome,
Buscando la luz desprendida de la luz.
Quise negar el llanto que manaba del mundo,
No fue el cuadro de Van Gogh;
Sino su voz disuelta sobre el lienzo.


Indio Norteamericano

Va por ti; Náufrago, indio,
Porque tu barco has perdido
Resquebrajado a la sombra.
Va por ti; Adalid, Guerrero,
Indio sobre las indígenas,
Indio norteamericano,
Tú, jinete trasnochado,
Pobre perfil extinguido.
Va por ti; guerrero ido
Con semblante de marfil.
Nada podrá ser lo mismo
Bajo el rumor soñoliento
Del tambor de tus hermanos,
Tus hermanos olvidados
Sin su sombra entre los álamos.
Cuánto poder baldío
Cuando poder acabado.
Pobre perfil extinguido.
Va por ti; Jinete negro,
Va por ti; Pobre caballo
Alcanzado por la flecha
De metal del rostro pálido.
Sangre y raíz briosas,
Inmensamente henchido
Derramas
Sobre el río de tu campo,
Campo norteamericano.


jueves, 5 de diciembre de 2013

Existe un océano

Que implacable presencia,
De promesas.
Descalzas carreteras.
Viento en los tejados.
Indescifrable latitud.
Palabras.
Habitáculos.
Lágrimas de metal.
Luz que quiebra la tierra.
Playa diáfana.
Sueños templados.
Existe un océano
Eco de los dioses
Más humanos,
Limbo de libertad.
Es un lugar lejano
Rojo y negro.
Fuera volver a él,
Desde la resaca fiera del mar.
Acechando a su incógnita.



viernes, 29 de noviembre de 2013

La última hoja

Edward Barrons peinaba funerales, tenía la vida sin planchar y la sonrisa cerrada por derribo. Pero eso no le importaba. Vivía en una urbanización de las afueras donde nunca pasaba nada que no fuera el tiempo. Pero eso no le importaba. Tenía setenta y ocho años y murió a los setenta y tres. Y eso sí le importaba. Porque hacía cinco inviernos que ya nadie le llamaba “Eddie” ni le despertaba con olor a tostadas y café recién hecho ni le abrazaba por las noches en la cama aunque no hiciera frío. Aquella mañana, con la madrugada aún en retirada, se puso la bata que ya no olía a ella, dejó encendida la radio en la cocina y salió al cobertizo. Frío y viento para un hombre hueco. Otoño en el jardín. Y en el jardín, un roble. Y en el roble, una hoja. Una que bailaba su muerte como un ahorcado. Durante un instante, Edward Barrons pidió a Dios que esa hoja fuera la suya. Cinco minutos después, entró en la casa y subió el volumen de la radio. Música clásica para un mar de silencio.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Sandy

El 22 de noviembre de 1963 Sandy sólo tenía ganas de llorar. Aquella mañana el mundo se le había roto. Y los colores, todos, se habían retirado como payasos fracasados dejado una huella de blanco y negro en todo lo que podían ver sus ojos. Y los sonidos, todos, se habían vestido con el pesado luto del silencio porque aquello era lo único que entendían sus oídos. Y los sabores, todos, se habían vuelto tan amargos que su estómago se tomó el día libre. Y las sensaciones, todas, se habían borrado de su piel convirtiéndola en un imenso folio helado donde escribir condolenicas. Y los pensamientos y los sueños y las inquietudes que agitaban febriles su mente de noria se habían esfumado como un eco fantasmal, dejando el sitio suficiente para que cupiera el vacío, el agujero, la herida, la nada, la muerte. Y así estaba ella, en el jardín, recostada junto al porche, escondida de un mundo cruel, manchando con la hojarasca el abrigo que le regaló su abuela por su cumpleaños, con los ojos llorosos, la nariz moqueando y sus manitas apretadas con rabia bajo sus guantes de lana. Porque, aquella mañana, Sandy había conocido la muerte y lo único que le preocupaba era llorar, llorar con toda la fuerza de quien apenas ha aprendido a leer y ya quiere entender la vida, llorar como si las lágrimas obraran milagros, como si la pena de una niña de seis años fuera capaz de hacer recapacitar a la muerte. Dentro, en la casa, sus padres no tenían tiempo de consolarla ni de explicarle nada ni de engañarla ni de distraerla: en la radio había muerto una persona, en el televisor había muerto una persona y en Dallas había muerto el presidente de su país. Pero, aquella mañana, a Sandy, lo único que le importaba era que había muerto su gata.

viernes, 22 de noviembre de 2013

PÉRDIDA


El vacío, el vacío que me dejas, que dejas tras de ti, es una herida en el universo.

Hay distintas nostalgias,
Nostalgia de pasado.
Nostalgia de un futuro porvenir.
Pero la ausencia es la más profunda.

Lo malo de pensar es lo impensable,
Es todo aquello que la gente calla.
Lo malo de ceder al pensamiento
Es entender que no todo se entiende.
Que a veces lo que ves es lo que sientes
Sin poder comprender apenas su sentido
Profundo a través del ojo.
Lo malo del razonamiento es su ineficacia
Ante el imposible reto de explicar la realidad.


Acerado por tus ojos

Tus ojos se desangran
Bajo el azul del agua.
Se deslizan y escurren
Bajo la orilla diáfana.
Tus ojos se eternizan,
Alunizan y fluyen
Reflejándose en el fondo de mi alma.

La habitación es una de tantas de hospital, blanca y desoladora. Está sentado mirando a través de la ventana, lleva las zapatillas y el albornoz limpio. A su lado una mujer rubicunda con el pelo teñido de rosa y azul hojea las fotos de una revista hola.
Hola abuelo.
Me mira de soslayo, está de mal humor, supongo que han acabado con la paciencia que tenía almacenada y lista para pasar buenamente el día. 
- ¿Qué tal llevas la tarde abuelo? 
- Mal. 
- ¿Por qué abuelo? 
- Este loro no me deja hacer nada. 
- Jajajaja – Me río. 
- Bueno, pues nos vamos de aquí abuelo. 
- ¿Tú eres el nieto? 
- Sí, ¿y tú? 
- Yo soy Melinda, me ha contratado tu tia para cuidar de tu abuelo. 
- Muy bien, me lo llevo un rato. 
- Está muy nervioso. 
- Cállate loro – contesta mi abuelo. Sonrío, no puedo evitarlo.
Agarro a mi abuelo de un hombro y lo aposento sobre su vehículo de tracción mecánica. Pole position. Arrancamos rápido, buena salida. Tomamos la primera curva justo al salir de la puerta con soltura, hay mucho tráfico sobre la pista pero ruedan a menor velocidad, de hecho está permitido incluso pasear, por lo demás no tienen nuestro coche. El sonido del  motor es ensordecedor, por eso creo que mi abuelo no dice nada, mantiene un tranquilo y placentero silencio en movimiento y adelantando, porque es una pista circular, como las de EE.UU, que gran nación,  y solo cabe una trazada. Hay que dar vueltas cada vez más rápidas, pisar a fondo a medida que nos hacemos con las dimensiones del asfalto, llegar a la curva y reducir un poco pero no demasiado, dejar que los caballos galopen como en aquél anuncio de Repsol IPF, que gran compañía. Al Cesar lo que es del Cesar, ¿verdad abuelo? – le pregunto. Sí – me responde tan bajo, que suena a suspiro, un suspiro hecho de infinitos pensamientos reunidos y sujetos tan solo por un monosílabo.  Arrastro la silla de vuelta a la habitación y le asiento en el sillón bajando el respaldo. 
- ¿Qué tal la tarde abuelo? 
- Mal. 
- ¿Por qué? 
- Ha estado nervioso – Me dice el papagayo. 
- Calla loro – Contesta mi abuelo. Sonrío, no puedo evitarlo.
Entra una enfermera con su bata blanca. Es joven, tendrá mi edad más o menos. 
- Faustino, vamos a echarnos un rato – Exhorta a mi abuelo.
Faustino me mira fijamente y dice: Esta es gilipollas. Me río con ganas. 
- Hay que descansar – repite Írsula, infiero su nombre del cartel que porta orgullosamente en la solapa de su uniforme, como un buen soldado que patrulla sanitarios. 
- Tú eres tonta o qué – Contesta mi abuelo, mientras se aleja del capellán militar con uniforme blanco.
No miro a la enfermera porque me estoy riendo. 
- Yo te ayudo – Digo. 
- Ve Faustino, su nieto le ayuda.  – Repite Irsu. No me gusta su voz, su tono es aún menos  soportable. 
- Porque es mi socio. – Contesta mi abuelo.
Considero que hay poco más que decir, así que me preocupo de acomodarle encima de la cama. Huele a madera, reconozco ese aroma desde que tengo uso de razón. Un olor inhumano a nogal y roble, maderas nobles, ceniza de astillas. Deja un rastro de honradez y santidad a su paso como un fruto en verano. No es magia, uno es lo que es. Algunos incluso son árboles, mi abuelo lo era, un enorme y majestuoso árbol de madera dura.
Enciendo la tele. En la pantalla un loro paupérrimo farfulla palabras sin mostrar ningún género o atisbo de duda: La longevidad de un hombre depende del número de eyaculaciones que ha tenido en su vida. Ancha se acaba de quedar. Longevidad es la que tú te has tragado - pienso. Cambio de canal. Juega el Madrid y no me había enterado.  Dos horas de fútbol blanco como la nieve de la mejor calidad, Zinedine Zidane, mi abuelo y yo absortos frente al televisor, mano a mano, gritando y saltando yo, mi abuelo en silencio, concentrado. Bendito invento capaz de acercarnos a un estadio.  Entra mi hermana en la habitación. 
- Hola Flaus. – dice a su abuelo, y lo besa, acaricia y abraza. 
- Hola curruncha. – Le contesta en un suspiro de dos palabras.
El partido se termina. Mi abuelo se duerme. Le beso y me voy. Sus últimos días…En una habitación blanca y desoladora. – pienso.

Yo me desgañito cuando no me ves
Cuando llora el alma.
Y cierro los ojos
Desde que te vas
Para no ver más
Cuando ya no estás.



Desde tu corazón.
Golpeando en la luz
Llegaste hasta mí,
Perdido en tu pasado,
Deshaciendo las sombras
Que habitan el olvido.
Desde tu corazón
Llegué hasta el mío
Vuelto a contra luz.
Para poder ser yo
Fui a través de ti.