Recientemente se han estrenado
dos películas distintas en estructura, presupuesto, narrativa, ambientación, historia… Que sin
embargo coinciden en algo: Su arriesgado intento de acercarse al espectador más
hambriento. Ambas desprenden ese aroma a autenticidad que tan sólo el cine con
mayúsculas es capaz de transmitir.
Mientras “Gravity” transcurre a tiro
de piedra de la estratosfera, en donde la curvatura de la Tierra parece que se
puede tocar con la yema de los dedos, en La herida Fernando Franco dirige su
objetivo al rostro de Marián Álvarez, un
universo en sí mismo, para captar todos los matices que puede ofrecer un
rostro humano que sufre. Marián da vida a Ana, una mujer atormentada por su
propio trastorno, incapaz de controlar sus arrebatos de indefensión ante la
vida, ni de mantener un equilibrio psíquico frente a la realidad que le rodea.
La protagonista de Cuarón en cambio es una heroína en los confines del espacio,
(ese hasta hace relativamente poco, ignoto territorio en donde sólo los más
aptos pueden desenvolverse), pero no es una heroína al uso sino alguien que
tiene poco o nada más que perder. Mientras que Ana lucha desesperadamente
contra sí misma, la doctora Ryan Stone, encarnada por una Bullock en estado de
gracia, se convierte en la superviviente de su propio naufragio. Ryan es
doctora, Ana también trata con enfermos (y en su trabajo es apta y comprensiva)
y sin embargo es ella la que padece de modo convulso una enfermedad que la destruye
anímica y psíquicamente, y a su vez se manifiesta de forma física a través
de la constante autoflagelación. Mientras que Stone es una persona sana psíquicamente
con una cicatriz provocada por la vida (posiblemente lo peor que le puede
ocurrir a una persona en su sano juicio), Ana está herida (no sabemos hasta qué
punto, ya que el director tiene la suficiente sensibilidad para sugerir más que
mostrar), por un hecho que ocurrió en el pasado, pero que dejó una huella que acrecienta
los síntomas de su enfermedad, su indefensión ante lo cotidiano, su incapacidad
de pulir los límites de su dolor, y de mantener lazos de afecto equilibrados
con cuantos le rodean.
Si el momento cumbre en “Gravity”
tiene lugar una vez traspasada la atmósfera a través de una fotografía
inimaginable hasta ahora, producto de Emmanuel Lubezki,
es frente a una pantalla de ordenador en “La herida” en donde su protagonista
se desnuda (metafóricamente) y todos cuantos miramos hacia la pantalla de cine
lo hacemos con ella. Si Cuarón hace uso de secuencias panorámicas casi irreales,
la segunda se basta y sobra manejando con soltura planos secuencia de Ana en su
mundo cotidiano. Cuarón nos invita a vivir una experiencia sensorial a Gravedad
Zero, en donde bajo el cristal oscuro de las gafas de 3D, podemos flotar junto a los héroes de nuestro tiempo, (esos astronautas capaces de
reparar satélites y hacer que vivamos en esta nueva era de tecnología),
Fernando nos invita a iniciar un viaje humano peligroso, en dónde podemos
compartir la agonía cotidiana de una persona enferma, a la que se acerca de tal
modo con su cámara que nos hace partícipes de su padecimiento, incluso llegando
a hacer que por momentos, atónitos, empaticemos con su extraña aflicción.
Dos apuestas, dos obras, dos
formas de hacer cine igualmente válidas, igualmente honestas, que intentan
llegar directas a la conciencia del espectador. En este caso prefiero dejarlo
aquí, porque me tengo que ir ya, pero sería digno mencionar el encomiable
trabajo realizado por los secundarios en ambas producciones, personajes capaces
da arropar con su vitalismo y desenfado a los personajes femeninos protagonistas.
Pasen y vean, escojan su película, pero no dejen de verlas.
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