"I'm an artist and I can be as egotistical
as I want to be"
Rebel, Rebel que diría Bowie.
I don't know just where i'm going
but i'm gonna try for the kingdom, if i can
'cause it makes me feel like i'm a man
when i put a spike into my vein
and i'll tell ya, things aren't quite the same
when i'm rushing on my run
and i feel just like jesus' son
and i guess that i just don't know
but i'm gonna try for the kingdom, if i can
'cause it makes me feel like i'm a man
when i put a spike into my vein
and i'll tell ya, things aren't quite the same
when i'm rushing on my run
and i feel just like jesus' son
and i guess that i just don't know
Cantaba el propio Reed en Heroin. Declaración de principios. Necesitaba algo más, y “ya puestos” decidió transformar los cimientos del rock, ser el precursor del punk, del glam rock, del rock independiente, y llevar la poesía de Poe al rock, ¡siempre rock!, siempre inquieto en su noche pavorosa, (le obsesionaba el poema “El Cuervo”).
Para frenar su hiperactividad recibió siendo muy joven varias sesiones
de electroshock. Todas esas corrientes alternas no afectaron a su privilegiado
talento, y sí se manifestaron en notas musicales (“si
tiene más de tres acordes es jazz” – mencionó en alguna ocasión), a través
de unas más que cargadas venas, esa voz fresca y desgarrada, y un sonido roto y
único de guitarra. Warhol que no era tonto lo supo ver rápido, era atormentada
inspiración en movimiento, y lo captó para su secta. Ahí
comienza su leyenda (el primer disco de la Velvet es un hito en la historia
rock), que más tarde se agiganta en solitario. Porque Reed no podía ser segundo
plato de Nico, aunque esta última fuera maravillosa.
New Yorker hasta la médula y decir basta, de Brooklyn
para más señas, hijo de su contracultura, practicante y creador de su underground. Provocador, poeta maldito, depresivo,
tierno, brillante, positivo, fosco
engendro de la noche oscura (El
Cuervo), como un fogonazo de
guitarra eléctrica no se puede medir su genialidad. Nunca
pasará de moda su “Walk on the wild side” , su “Sweet Jane”, su “Perfect
day” para mí, (su disco “Transformer” es un diamante en el escaparate de la música),
el que lo probó lo sabe como diría el
otro. Berlín, (hablo de la canción, hablo del album),es otra joya de no sé cuántos quilates, precursora de lo que después haría también magistralmente Tom Waits, es decir, tocarte las entrañas con la voz.
Siento mucho la muerte del genio. En estos casos sobran las palabras, pero las suyas perdurarán,
de eso estoy seguro. Queda Lou para rato. Larga vida, larga vida al rock an
roll. Descanse en paz maestro.
Me gusta lo del diamante...
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