jueves, 10 de octubre de 2013

Mud, de Jeff Nichols



Lo que hace él es algo extremadamente especial, y lo que hago yo es simplemente contar una historia de manera que se entienda. No aspiro a ser Malick, me conformo con ser yo mismo” – Así se presenta Jeff Nichols, director de Mud, palabras textuales. Reconozco que no he visto sus dos anteriores largos; Shotgun stories' (2007) y 'Take shelter' (2011), pero a raíz de su último estreno figuran en mi lista de pendientes, porque Mud es verdad que se entiende muy bien. Me explico:
Se entiende porque por una u otra razón todos tuvimos infancia. Porque todos maduramos a base de desengaños a veces fruto de los golpes que te da la propia vida.  Porque la lealtad y la camaradería son conceptos tan necesarios y tan poco ambiguos que nunca pasarán de moda. Porque Jeff consigue que Matthew McConaughey borde el papel más complejo, más creíble, con más aristas (como los dientes rotos que exhibe) de su carrera.


Mud se entiende, si has estado en el sur (o cerca del sur o incluso en Florida) de los EE.UU. Si has sentido su humedad asfixiante, si sabes cómo se las gastan por allí algunos paisanos (¿quién no tiene un rifle para proteger su acogedora propiedad?). Se entiende si lo que te propones es dejarte seducir por una historia sin demasiados adornos ni mucho artificio. Mud se entiende porque Ellis, el verdadero protagonista de esta historia, lo interpreta Tye Sheridan, (el niño de “El árbol de la vida”) que también borda su papel.
Para que no haya lugar a dudas, por si alguien hasta ahora no lo entiende; Jeff se permite filmar libremente y coge su cámara en mano y la mueve cual serpiente a través del río Missisipi, que se convierte en un personaje más.  
A buen entendedor pocas palabras bastan. 

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