miércoles, 9 de octubre de 2013

Paisajes de tren, paisajes de mar

Peter llegó sofocado a la estación. Cargaba con su equipaje que constituía la totalidad de sus bienes materiales; una mochila sobre los hombros, una cazadora de cuero negra rockabilly y un ordenador en una bolsa de mano. Circunstancia que lejos de ser un inconveniente le hacía sentir como hombre libre y además ligero. Tras vacilar unos instantes se subió al tren dejando aquél país y con él toda su memoria y parte de su pasado. Lentamente, recorrió el pasillo con el billete entre sus dedos para sentarse en uno de los asientos junto a la ventana. Entonces sus ojos grises, como los del perro lobo yugoslavo tan típico en esa zona del mundo, se dejaron ir perdiéndose en el travelling que uno a uno los paisajes proyectaban a través del cristal: Suburbios, aparcamientos, estaciones en donde el viento luchaba en remolino contra las papeleras agitando papeles y bolsas vacías, envolviendo las oficinas colindantes y arrastrando su eterno suspiro sobre las industrias con sus chimeneas de humo azúl y sus paredes de ladrillo desgastado. Suburbios todavía castigados por una reciente guerra civil, campos de cultivo arrasados que no acababan de reverdecer e inexorablemente se sucedían en technicolor. No sabía cómo había acabado en ese vagón, en esa inhóspita ciudad del Este, pero, ¿Quién dirige verdaderamente el destino de su vida?, ¿Qué rumbo tomará el viento que todo arrastra? Inercia, movimiento de las olas, tiempos de la luna, marea. Mar de refulgir de espuma plateada y rota que rompía en sueños sobre su cabeza, de izquierdas, de derechas, en tubo, perfectas a la luz del sol… Se mezclaban con todos aquellos paisajes de tren repetidos, como las caras, como las personas, como los huertos, prados, montañas a lo lejos. Ciudades y extrarradios que limitan el espíritu, aceras desiertas en las que ya nadie aguardaba al ferrocarril porque la noche lo inunda todo, hasta los recuerdos y paisajes a través del cristal. Porque es lenta la marea y arrastrará la playa consigo y subirá tan alto que las olas saltarán sobre el paseo como queriendo llevárselo todo. Peter había por fin llegado a su destino.
 

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