Me gustan las citas, me gustan
los tópicos. Por eso comenzaré diciendo que adaptar un libro a no ser que te
encuentres con un Stanley Kubrick o un Francis Ford Coppola en estado de gracia,
es una tarea de cirujano, y como el tópico ordena, la historia en papel siempre será
mejor que su traslación al celuloide. Sin embargo, se han realizado espléndidas
adaptaciones de libros al cine como El Resplandor, La naranja mecánica, Drácula
de Coppola, El nombre de la rosa, y citando una película española Blancanieves,
entre otras.
El juego de Ender se basa en el
libro de ciencia ficción de Orson Scott Card, libro
polémico acusado de contener proclamas fascistas, y autor-escritor polémico
acusado de homofobia. Con semejante panorama que menos que ver la película para
opinar, aunque desde luego, esta siempre será la versión light, descafeinada, y
edulcorada, del texto en sí. Pues una vez visualizada en tempo, o dicho de otra
manera, imágenes en movimiento, el argumento se las trae. No quiero cargármelo,
pero sí diré que gira alrededor de
niños soldado, una élite de pequeños superhombres sobre los que recae la
dificultosa misión de salvar a la humanidad. Son la esperanza del mundo
habitado. Aquí entra la cita obligada y de rigor:
"En el momento en que entiendo
verdaderamente a mi enemigo, en el momento en que le entiendo lo
suficientemente bien como para derrotarle, entonces, en ese preciso instante,
también le quiero".
Palabras con sentido. Se siente el sentido, porque un niño siempre conservará la
humanidad que el adulto haya perdido. Aunque se interrumpe, se aparta a un lado su infancia, a través de un entrenamiento sin miramientos, sin importar el como pueda afectar la guerra a estos jóvenes (en el libro de seis años, en la película de dieciséis).
A mi parecer, no cesa el misterioso flujo de compasión producto de una inocencia invulnerable
que recorre el alma infantil (adolescente en la película).
La situación es crítica, y a
situación límite medidas drásticas. Es necesaria la élite, liderada por alguien capaz de controlar su instinto asesino
sin perderlo. Assa Butterfield, Ender Wigin en el papel, está
inconmensurable. Este chico, que a algunos les sonará por La invención de Hugo de Scorsese
o El
niño del pijama de rayas, atraviesa la pantalla desde el centro con su mirada. Transmite una convicción y una
fuerza impropias (imponentes) en un chaval de su edad. Capaz de hacer frente al
mismísimo Gandhi (un Sir Beng Kingsley con la cara
tatuada) o al propio Indiana
Jones, o Han Solo para el que prefiera, (un Harrison Ford que no
dio concesiones de poder a los críos durante el rodaje, según ha comentado en
las entrevistas previas).
La dirección de Gavin
Hood es intachable, te embriaga de gravedad, se ha de tener en consideración
que no contaba con los medios de los que podría disponer un James Cameron o un Ridley
Scott en Aliens el regreso y
Alien el octavo pasajero
respectivamente. Ni tampoco Alfonso
Cuarón en Gravity.
Y el resultado es fantástico.
Otro tema tabú (no para todas la
naciones) del filme son los ataques
preventivos. ¿Qué implican? ¿En dónde dejamos la moralidad de un fin
justificado a través de cualquier medio? Claro está, que tampoco es lo mismo
luchar contra un enemigo de tu misma raza, que contra un enemigo común de raza
distinta ¿o quizá sí?
No me he leído el libro y no
puedo opinar acerca de toda la trama política omitida en el transvase a la gran
pantalla. Seguramente falle un poquito el guión. Pero el planteamiento no deja
de ser interesante.
Sobresale, y está muy bien
llevada en este caso a la sala, la relación familiar del protagonista, (este
genio de la interpretación al que hay que seguir los pasos de cerca).
Conflictos y afinidades que marcan un carácter predeterminado para el enfrentamiento. El chaval tiene que hacer lo que está llamado
a hacer y no hay lugar al titubeo. Su relación con sus hermanos es fundamental.
Su condición de tercero en el árbol
genealógico no supone ningún problema. Por
encima de todo subyace la voluntad, y la suya es férrea. Adaptarse al
entorno implica una estrategia firme y estudiada. Dicha estrategia se basa en
un aprendizaje previo, que afianza las habilidades congénitas y saca el mejor
provecho posible de cualquier capacidad innata. En otras palabras, prestar
atención al medio constantemente, tomar decisiones sobre quién se quiere ser,
forjar carácter a golpe de adversidad. Autocontrol, análisis, con pérdida de
autocontrol inclusive permitida: Las relaciones, los conflictos, que se
plantean, entre aquel llamado a liderar, con sus propios compañeros son
fascinantes. Una escalada paulatina, un crecimiento continuo, no exento de violencia
y remordimiento.
Las prácticamente dos horas de
película no se hacen nada pesadas. Muchas cosas que contar supongo, muchas de
ellas sin narrar, mucho en juego. Por no hablar sin querer ser redundante, del
juego virtual que se superpone a la propia trama. Video-juego producto de la propia fantasía del que lo juega, quién
tendrá que enfrentarse a sus propios miedos más ocultos, a sus sentimientos, y
llegar hasta las verdades que estos esconden. Dilema ético, por si fuera poco. Como
decía, el Juego de Ender, no apto para niños.
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