- Jack muchacho, hoy no es tu día de suerte – Me pareció
escuchar la voz ronca de un tipo que imaginaba tosco y desgarbado al otro lado
de la pared.
- Anda
Jean, cuéntales a todos porque te llaman Strawberry Jean. – Respondió una voz
irónica, que supuse provenía de Jack.
- Es una larga historia Jack. Pero viene a
resumirse en una simple moraleja que no te aplicas nunca muchacho: Si juegas
con la mermelada es inevitable que te manches los dedos. – Su voz me era cada
vez más desagradable…
- Resumiendo amigos, Jean es bien conocido en cualquier lugar de
las Vegas al que vaya como Strawberry Jean por su afición a las putas que usan
pintalabios de cereza en los labios que no se pintan. – Parecía estar
disfrutando ese tal Jack. Podía suponer su cara sonriente, aparcando su
cigarrillo en algún desgastado agujero en donde abandonar la ceniza.
- Jack era una sabandija el día que le conocí y el
día que muera continuará reptando. ¿Verdad Jack?, Lo digo sin acritud Jack,
porque eres un superviviente, ¿No es así Jack? Ocurra lo que ocurra, ¿O no
Jack? - ¿Qué estarían haciendo? Calculaba que habría varios hombres en aquella
sala. Pero muy pronto Jack me ofreció
la solución a mi dilema:
- El poker es como la vida Jean 25% de análisis,
25% de suerte, 25% de psicología, 25% de matemáticas y un 25% de voluntad. Ya
me conoces, es lo que suelo decir. Y te diré algo más Strawberry, a veces se
gana, a veces no, y quizá hoy me toque perder, pero siempre queda una última
carta. Al menos así ha sido siempre para mí. – Rápidamente establecí que
estaban jugando una partida de cartas sin límite, ya que en Las Vegas no es
frecuente que unos tipos se encierren en la habitación de un casino a jugar, ya
que fuera de las habitaciones todo es juego. La cosa debía estar al rojo allá adentro,
caliente como un nido de abejas revoloteando sobre el dulce flop. Unos crápulas
embutidos en su lúgubre cueva urbana, reunidos alrededor del tapete verde de
una mesa, como buenamente manda el Señor, con aire turbio y grisáceo por las
puntas candentes de sus cigarros. De pronto me pareció reconocer una voz
asiática:
- La filosofía no sirve en el poker, se diluye
como el azucarillo de la incertidumbre
en el espesor del tiempo – Sí, definitivamente de ojos rasgados, una especie de
Lao Tse jugador. La cosa se ponía interesante. ¿Quién sería el primo de todos
ellos? ¿Por qué no podía separar mi oreja de la tibia superficie de mármol de
la pared del Caesars Palace? ¿Acaso porque me gusta el poker más que otra cosa
en el mundo? – Pensé para mis desgastados y alcoholizados adentros. No, era
otra cosa… Una extraña necesidad. Y surgió de nuevo otra voz extraña del
imaginario cónclave al otro lado del espejo:
- No os creo a ninguno, intentáis distraerme, por
eso llevo perdiendo toda la tarde cabrones. – Ese debe de ser el primo, pensé.
- Mentir es un hábito, forma parte del juego, pero
nunca se miente entre caballeros. En
sentido estricto señores, se hace uso de la estrategia más racional que
demandan las cartas y la situación en la mesa, y cuando hablo de la situación
me refiero a sus caras frente al dinero, tendrían que sonreir más muchachos. –
Ya podía reconocer la suave y cínica voz de Jack con solo abrir la boca.
- Cuéntales por qué te abandonó la suerte Jack –
También reconocía a Strawberry, cuya voz desprendía una tonalidad dulce y
desagradable como la mierda de jabalí.
- La dejé aparcada en algún lugar, pero ya no lo
recuerdo Jean.
Acto seguido otra voz desconocida rompió el silencio,
así que son por lo menos cuatro – razoné.
- Entonces te ocurre como a Chung Pao, que desde
su farol fallido no ha vuelto a aventurarse por terreno sin asfaltar. – Era una
afirmación diluida en una tenue carcajada, pero no hizo ninguna gracia, las
cartas debían de arder en las manos. Calculaba flops con mucha gente dentro, y
números muy altos. Sin embargo aprecié la voz de Jack teñida de ese sosiego
característico que le otorga el fanfarrón o la seguridad que da saber que ganas.
Alguien le acababa de pedir que jugase bien sus cartas:
- En el poker no juego, porque sé que dos ases no
siempre sirven para ganar una mano.
- Te lo repito Jack. Por tu bien, es mejor que
juegues bien tus cartas, consejo de amigo, ya me conoces – Era Strawberry quien
le alentaba.
- El caso es que siempre apuesto a caballo
ganador. – Escuché nítidamente la voz de Jack, y luego un estrépito fulgurante,
como de caer de muebles, gente corriendo, un portazo y un disparo. Rápidamente
abrí la puerta de mi habitación y me encontré de bruces con un tipo bajo y
delgado ataviado con un elegante traje blanco.
- ¿Jack? – Le pregunté.
- El mismo, que firma y habla. – Me contestó
nervioso.
- Entra
- Qué suerte, gracias, acaba de estallar una buena
ahí dentro – Me dijo, aturdido y sofocado mientras saltaba dentro de mi cuarto
como un gato y señalaba la puerta contigua la mía.
- No se trata de suerte. Nunca se trata solo de
suerte Jack. – Añadí.
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