Que se siga hablando de alguien más de 2040 años después y sin que dicha persona aparezca en la Biblia ni en ningún otro libro sagrado tiene su mérito. Como lo tiene el hecho de que fuera real y no un personaje fabulado ad hoc para una epopeya o leyenda. Y si ya añadimos que dicho individuo alcanzó la gloria partiendo de un origen tan mísero que apenas hay rastros sobre su trayectoria previa, la cosa tiene su miga. Máxime si selló su inmortalidad a hierro y sangre y sin derrotar finalmente a sus enemigos.
Estoy hablando de Espartaco, el esclavo/gladiador/guerrero tracio que en el año 73 antes de Cristo lideró una rebelión que puso los testículos de pajarita a la todopoderosa Roma, hazaña que le valió protagonizar la novela de Howard Fast,la fantástica película de Kubrick, la ultra violenta/sexual/videoclipera/adictiva/bizarra serie de la cadena Starz (emitida en España por Canal + y Cuatro) y cientos de ensayos históricos.
Pero mi interés por uno de los rebeldes más famosos de la historia universal hoy no está enfocado a los aspectos más habituales(su incierta biografía, su utilización tardía como icono de la causas sociales, su significado como símbolo contestatario, su habilidad para liderar un magma de agraviados y desarrapados, sus cualidades como estratega sin haber recibido formación militar...). Mi atención se debe a dos factores.
El primero de ellos: pertenecer a esa curiosa y selecta categoría de personajes históricos que se sublimaron en la Historia y en el imaginario colectivo no a través de una victoria fabulosa sino por medio de una derrota incontestable (y letal). Así, Espartaco comparte galería con derrotados tan célebres y variopintos como Leónidas I de Esparta, Jesús de Nazaret, William Wallace, George Armstrong Custer...Verdaderos iconos cuya fama y repercusión serían impensables (y seguramente menores) sin su derrota y trágico final, como si obedecieran una ley no escrita según la cual una causa loable necesita de un mal final para trascender los siglos, las lenguas, las ideas y los pueblos. La derrota como método para vencer a tus enemigos y trascenderlos; el fracaso como triunfo.
El segundo eje de mi interés consiste en su carácter rebelde, entendido como desafío a un poder superior, como rechazo a lo impuesto unilateralmente, como desobediencia ante lo inaceptable, como levantamiento contra aquello que aplasta voluntades y futuros, como respuesta ante quienes no admiten preguntas, como desvinculación de una maquinaria de la que no se quiere formar parte, como lucha del inviduo contra un sistema que no entiende de personas. Porque la historia de Espartaco es la de alguien que se rebela contra una entidad superior, multinacional, sojuzgante y enorme en sus recursos. Es la historia de quien decide meter el dedo en el ojo de los dioses. Es la historia de una persona que se niega a aceptar el destino que otros le escriben. Es la historia de quien está dispuesto a luchar hasta el final por ganar y conservar su libertad. Es la historia de quien se lanza contra la tragedia sin más armas que su honor, su conciencia y su voluntad inquebrantables. Es la historia de quien convierte su propia derrota en redención y esperanza y la victoria de sus enemigos en humillación y vergüenza. La historia, en definitiva, de alguien que desafía lo impensable...y gana. Alguien que hoy como entonces sería una persona incómoda para aquellos que merecen ser desafiados y cuya existencia bien vale una rebelión.
Así las cosas, pocos pueden poner en duda la vigencia del atractivo de un personaje como Espartaco, un hombre que ganó su vida con muerte y que conservó su libertad a costar de perder su aliento.
Tienes la suerte de poder decir que has hecho lo que has querido. Excelente observación y por mi parte tienes toda mi admiración a como has encarado lo que has vivido en los ultimos días.
ResponderEliminarun beso