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viernes, 4 de octubre de 2013

Contra el papel

El amor es una lucha constante contra la muerte
que en este momento acecha,
bajando por las paredes
en una cascada de sombra que gotea.

Las verdades tóxicas nacen de la tinta.
Nos gusta hacernos daño contra el papel,
como si al rasgar con el bolígrafo
atentáramos contra el propio corazón.

Cuando miras a otro lado,
me convierto en poeta de los rincones
y son versos casi épicos
que siempre se quedan dentro.

Carbón desgastado que en llamas aniquila,
fauces de chacales hambrientos,
es un miedo abisal
que nos arrastra a un lugar contrario.

Y tú te elevas un poquito y tiemblas.
Y yo suspiro una palabra y caigo,
y la cobardía huele como el azufre,
como almas condenadas al fracaso en una habitación.

domingo, 15 de septiembre de 2013

La piedra de la paciencia en cine

Ayer estuve viendo La piedra de la paciencia, la versión cinematográfica de una novela del mismo nombre, ganadora del premio Goncourt en 2008 y escrita por Atiq Rahimi, que es también el director de la película. Me parece necesario escribir un post sobre una película que está pasando tan desapercibida ante el gran público. Yo misma no me enteré de que la habían estrenado hasta que pasé por delante del Cine Madrigal (Granada), un pequeño cine a la antigua usanza, inaugurado hace más de 50 años, que consta de una única sala de butacas apretadas y gallinero en la planta de arriba, y que ya ha acogido en otras ocasiones largometrajes poco taquilleros pero considerados por la crítica como pequeñas obras de arte.

La piedra de la paciencia (2012), protagonizada por Golshifteh Farahani, se ha estrenado en España el 6 de Septiembre de 2013 y cuenta la historia de una mujer en algún lugar de Afganistán que cuida a su marido en coma en plena guerrilla, tras haber sido herido en una discusión. Además, tiene que proteger y alimentar a sus dos hijas. Abrumada por las responsabilidades y abandonada por la familia del marido, busca ayuda en su tía, quien le cuenta la leyenda de la piedra de la paciencia (sangue sabur), un objeto al que le puedes contar todo aquello que no te atreves a decir a nadie, tus mayores secretos, y que algún día se hará pedazos para liberarte de la angustia. De esta manera, la protagonista, cuyo nombre se desconoce, se desahoga con su marido y le cuenta todo lo que en diez años de matrimonio no ha podido. La película discurre principalmente como un monólogo, interrumpido en ciertos puntos por escenas de mayor acción: los ataques de los soldados, la muerte de los vecinos, los encuentros con su tía y la aparición de un joven soldado tartamudo.
Golshifteh Farahani realiza una interpretación brillante, no en vano ha ganado el premio a la mejor actriz en el Festival Internacional de cine de Gijón, y sorprende sobre todo por la fuerza de su expresión y el magnetismo de su mirada. La película también ha ganado el premio Fipresci y el premio del jurado joven al mejor largometraje.

No podemos dejar pasar la gran carga crítica que nos trasmite Atiq Rahimi sobre la situación de algunas mujeres en oriente medio. La subordinación a los hombres y la familia, la violencia y el menosprecio que sufren en sus manos, el continuo sentimiento de culpa y la censura, todo ello lo encontramos en la obra de Rahimi, en la que nos muestra que la falta de libertad y el arrebato de dignidad está a la orden del día.  

sábado, 24 de agosto de 2013

Demasiado cerca

Los hombres increíbles, los hombres extraordinarios, son aquellos que disienten de las tendencias que marca su generación, aquellos que ignoran por completo lo que la gente espera de ellos, tipos que miran al mundo como un objeto extraño e irreconocible y que no tienen el mínimo interés por compenetrarse con su paso. No son fáciles de encontrar. A veces, se encierran de espaldas a la realidad, incluso los hay que tropiezan con ella a cada instante. Este era el caso de Arthur Sorkin, el dandi contemporáneo, el incomprensible diletante amante de los versos más tristes y las juergas más perras, un vividor de lengua afilada y carácter sarcástico, capaz de hacer llorar a una betch.
Arthur Sorkin, de profesión famoso, era un rico estadounidense al que alguna extraña circunstancia le había traído a mi pequeña ciudad. Siempre bien trajeado y con barba de tres días, no podía evitar que las mujeres cayeran rendidas al conocerle, como tampoco podía impedir la firme censura de las que ya habían tratado con él.
Muchas fueron las veces que le preguntaron, “¿Cuándo aparecerás con una chica formal, Arthur?” Él soltaba una risotada, “¿a quién iba a poder amar yo?”, como si la simple idea de un romance le repulsara. Luego imitaba el sonido de un escalofrío, en un intento de desprenderse del mínimo atisbo de sentimiento que se le hubiera pegado a la piel.
Era una persona verdaderamente inquietante. Una noche de Agosto, en una discoteca que había junto al Campo del Príncipe, salió a fumar a la plaza vacía. Se quedó un largo rato mirando a la luna, con ojos de profunda incomprensión, como si esperara que las cosas a su alrededor se diluyeran entre terribles gotas de ácido. Apuró el cigarro y se lo apagó en el antebrazo. “Duele”, me dijo antes de volver adentro. Lo primero que pensé fue que debía de estar loco, pero con el tiempo me di cuenta de que su dolencia era todavía más profunda.
A lo largo de los años llegué a conocer bastante bien a Sorkin, pero nunca aprendí tanto de él como en las conversaciones que no tuvimos, en sus palabras delirantes de borracho, o en las veces que fingimos no vernos. Al contrario que yo, era un ser noctívago, con una enorme dificultad para dormir durante el día. Los domingos por la mañana, cuando iba a por el pan, lo atisbaba entre la multitud, con la corbata deshecha y el pelo despeinado, caminando hacia el Paseo de los Tristes con pasos lentos de plegaria y siempre vista al cielo. Él siempre contemplaba las alturas cuando ya no esperaba nada de lo que tenía enfrente. Solo una vez me atreví a importunarle, por pura curiosidad, y me dijo, señalando arriba: ¿No está el cielo más lejos de lo que cuentan los pilotos?. Yo parpadeé un par de veces y le contesté: depende de lo que consideres como cielo. ¿Y las personas?, continuó ¿no están siempre más lejos de lo que exclaman sus risas?. Desde entonces, decidí no entrometerme en sus paseos diurnos.
A pesar de tantos años y tantos encuentros, no comprendí que Arthur Sorkin era uno de esos hombres excepcionales hasta la última noche que pasamos juntos. Estaba frente a la misma discoteca, esta vez sin cigarro y sin luna a la que admirar, con las manos en los bolsillos dándole patadas a una piedra. En cuanto me vio, me obligó a sentarme en un banco junto a él. Empezó a hablarme de finanzas y nuevos proyectos, de una vida con objetivo y lugares extraordinarios.
–No sé si seré capaz de hacerlo. A veces pienso que estoy demasiado cerca de mí mismo. Eso asusta a cualquiera.
Poco a poco su voz se fue extinguiendo, la discoteca cerró y la noche se quedó vacía. Entonces comenzó a repetir en un susurro: ¿a quién iba a poder amar yo?, y lo dijo tantas veces y con una cadencia tan armónica, que se le olvidó de lo que estaba hablando. Me miró sin reconocerme, o sin reconocerse a sí mimo, y preguntó, en un doloroso momento de revelación: ¿quién iba a poder amarme a mí?

miércoles, 31 de julio de 2013

Hazme el favor de crecer un poco, por favor

Es que no lo entiendo, qué manía, que pesados son los niños empeñándose en ser niños. Cuando las madres decimos ¡tienes que crecer! ¿Es así como se comporta una señorita? lo decimos siempre siempre por su bien. Cómete las lentejas por tu bien, no llegues tarde a las clases de inglés por tu bien, ponte ahí contra la pared hasta que una cigüeña te anide en la coronilla por tu bien. Pero nada, ellos se empeñan como burros en ser diferentes a nosotros, que ya sabemos por experiencia cómo se tiene que ser en esta vida, y por supuesto, cómo no se puede ser. No se puede ser desordenado, ni desobediente, está prohibido comer con los dedos, beber agua con la boca abierta, bañarse durante la digestión, jugar demasiado en la calle, no jugar en la calle lo suficiente, hablar mucho o poco. Y lo que peor está de todo, es que no se acuerden de saludar a unos familiares que llevan siglos arrugados como pasas y a los que no han visto en su vida.
Siempre se ha sabido que ser adulto es lo mejor, y para ser el mejor de los adultos es necesario ser completamente aburrido y quedarse siempre en el medio de todo. A eso le llamamos ser equilibrado, es decir, ni una cosa ni la otra, pero siempre con la oportunidad de dar la vara. También son aconsejables las siguientes cualidades, como tener prisa todo el tiempo, cocinar verduras hervidas los días pares y mantener buenos pulmones para gritar como un Tiranosaurio Rex ¡¡Es la primera vez que siento en todo el día!!
Lo más insoportable de los niños es que están deseando hacerlo todo sin saber nada de nada. ¡Que crezcan de una vez, por favor! Así descansaré de sus locuras de poner un pie en la luna y podré atarles los dos al Código Civil para que tengan un futuro derecho como una vela. ¡Qué inventos los suyos! Arqueólogos, pintores, bailarines, actores, pilotos, no pisaréis este suelo mientras me queden fuerzas para repetir la palabra abogado.


Por suerte, llegará el día en que sepan lo bastante del mundo como para que se les quiten las ganas de hacer cualquier cosa. Sentados en el sofá con una cerveza y un cigarro, pero sin poner los pies sobre la mesa, por supuesto, asentirán felices por su nueva y reciente vida circular, que es la vida a la que todo adulto aspira, y consiste en los tres sencillos pasos trabajo-hipoteca-vacaciones en Benidorm. Sólo entonces podré sacudirme las manos, muy orgullosa de la labor realizada.  


domingo, 7 de julio de 2013

"El que quiere interesar a los demás tiene que provocarlos"

Hoy he estado en la exposición temporal de Dalí (“Todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas”) que se puede visitar en el Reina Sofía hasta el 2 de Septiembre, y después de una larga absorción de su delirio creativo y su brillante imaginación necesitaba urgentemente publicar un post.

Salvador Dalí (1904-1989) fue un ecléctico artista español considerado uno de los máximos exponentes del surrealismo. Destacó principalmente como pintor debido a sus habilidades pictóricas; también es famoso por sus esculturas, sus escritos, y su trabajo en el cine y la fotografía.

Durante toda su vida intentó atraer la atención pública, lo que le convirtió en un personaje polémico. Por un lado, su maestría en el culto a la vanguardia surrealista es innegable ("¡No podéis expulsarme porque Yo soy el Surrealismo!" dijo después de que lo eliminaran del movimiento surrealista de París). Por otro, era una persona con elevadas tendencias al narcisismo y a la megalomanía (véase la cita anterior), lo que le hizo ganar muchos detractores.

"Que no conozca el significado de mi arte no significa que no lo tenga".

La exposición recoge la trayectoria de Salvador Dalí desde sus inicios y nos ofrece una muestra de las obsesiones de su juventud, que le acompañarán el resto de su vida: el contenido de los sueños, los traumas de su infancia, las formaciones geológicas del Cabo de Creus que el pintor tenía prácticamente memorizadas y son el punto de partida de muchos de sus cuadros...).

También es una oportunidad para contemplar algunas de sus obras más famosas que componen una pequeña demostración de brillantez heterogénea: Muchacha en la ventana, Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada unsegundo antes de despertar, La tentación de San Antonio, La persistencia de lamemoria y El gran masturbador, entre otras.

Os invito a todos a visitar las salas del Reina Sofía para reflexionar, ya que es más fácil hacerlo cuando se está rodeado de locura. De Dalí pueden aprenderse muchas cosas, sobre todo que el ARTE no puede alcanzarse desde la moderación; es necesaria la radicalidad. El artista debe ser transgresor, arriesgado y extremista hasta el punto que le permita su talento, ya que entiendo que el arte es una representación antinatural del universo de cada autor que solo puede triunfar si alcanza al público con la mayor naturalidad y el mayor estremecimiento posibles. 



"50 cuadros abstractos que a dos metros
 se convierten en tres Lenines
 disfrazados de chino y a seis metros
 forman la cabeza de un tigre real."

jueves, 27 de junio de 2013

Templo

Las columnas rígidas del templo se perdían en la oscuridad absoluta de la cúpula, que estaba a kilómetros del alcance de mis dedos extendidos, como si quisiera albergar todo lo posible y, sin embargo, solo me contenía a mí. Mis pasos retumbaron en el mármol como si una avalancha de personas me siguiera, mientras que el sonido de mi respiración alcanzaba cada rincón de aquella inmensidad vacía. Era mi refugio de siempre, donde ya nadie podía herirme, ni ofenderme, no podía hacerme daño, porque las paredes eran demasiado gruesas, y el techo alto, porque las ventanas eran del todo opacas. Cerré la puerta con cien cadenas de acero y tiré todas las llaves a lo más oscuro del templo. Él tendría que venir a disculparse, echar la puerta abajo si era necesario, e hincar la rodilla en el suelo de marfil, porque era él el que tenía que hacerlo y no yo, eso era impensable, cuando una lleva la razón no debe pedir perdón, de ninguna manera, eso era lo que él esperaba, que corriera por todo el templo buscando las cien llaves sin poder aguantar ni un segundo más su ausencia y me rindiera en sus brazos de nuevo. Sin embargo, siempre me han dicho que hay que tener la cabeza alta y que no se puede aceptar que nadie pase por encima de una. Me senté en la parte más oscura del templo, que también era la más fría, me agarré fuerte las rodillas y levanté la cabeza con los ojos cerrados para que así nadie pudiera ver mi pena, si nadie la notaba no existía, si yo tampoco pensaba en ella tal vez desapareciera. Por suerte, había tirado las llaves lejos y las cadenas eran fuertes, porque tenía impulsos de correr hacia la puerta, esos impulsos tengo que controlarlos,pensé, porque era él quien tenía que regresar y echar la puerta abajo de tantos ruegos y tantas súplicas, así que me quedé quieta en la oscuridad y dejé pasar mucho tiempo, con un ojo siempre puesto en la entrada. Entonces me pregunté si todo el mundo tendría templos tan grandes como el mío, o torres altísimas de peldaños empinados, o muros insondables, y si se refugiarían allí constantemente, y pensé que siempre habría alguien que tendría que dar el primer paso. Quizá él también había hecho lo mismo que yo, que me estaba esperando en algún lugar mirando hacia arriba, aunque eso era totalmente incoherente, porque me había dañado, él lo sabía, que mi dolor era terrible, por eso él tenía que disculparse y no yo, no había derramado ni una lágrima y no lo haría jamás delante de él, y él me conocía lo suficiente para saber que no cedería. Me levanté en mi templo cada vez más oscuro y más frío, sin una luz que entrase por sus ventanas opacas, donde no había un fuego que calentara el interior, y mientras pensaba en seguir allí el tiempo que hiciera falta, sin embargo, temí por un momento que no hubiese nadie acechando fuera, nadie que pudiera sentir mi tristeza, ni siquiera alguien que pudiese verme y supiera que yo estaba ahí.

viernes, 21 de junio de 2013

De los días irreales

Días que pesan demasiado justo antes del anochecer.
El desconsuelo es casi imperceptible en los ojos
que se amparan en un sueño mortecino.
Pero hay que resistir,
o acabaré acortando los días sin remedio
hasta que no quiera despegar los ojos ni un solo minuto.
Esta irrealidad es mayor
tras las noches largas y sin medida.
Despierto con un ligero dolor de cabeza
y la sensación de ser menos que media alma
arrugada como una bola de papel.
Con el paso de las horas trato de alisarla
pero el esfuerzo desgasta los pliegues.
En los días irreales parece que
tantas risas, y tantas copas y tantas palabras
debieran compensarse
con alguna fuerza contraria.
Supongo.