Nelson
Mandela, El Uno y el Único
La
historia la hacen los hombres. La verdadera historia la hacen los hombres
grandes. Se me ocurren pocos ejemplos; Wiston Churchill, Erasmo de Rotterdam,
Martin Luther King, entre otros, y por supuesto Madiba,
Modelo. Inspiración. Firmeza. Respeto por
todos los seres humanos. Generosidad. Ecuanimidad. Grandeza. Magnanimidad. Heroísmo.
Un príncipe de la política. Un hombre superior. Se va un ejemplo de justicia,
de esos q no hay. - Es lo primero que me viene a la cabeza al pensar en él.
Su lugar está en el Valhalla, reservado para
los héroes que se han ganado su sitio por derecho propio.
"No soy un santo. Al menos que para ti un
santo sea un pecador que simplemente sigue esforzándose", recordaba.
((La seguridad del joven
Mandela en sí mismo rayaba en el descaro. En una reunión del comité ejecutivo
del ANC a mediados de los cincuenta, ofendió a los líderes de la organización
cuando pronunció un discurso en el que predijo —con una clarividencia
extraordinaria— que un día sería el primer presidente negro de Suráfrica.
En aquellos días, con una
presencia siempre visible en la primera línea de resistencia contra el
apartheid, se vestía como un millonario, y nunca dejó de ser el dandy de
su círculo social en sus incursiones en la vida nocturna de Johannesburgo. Las
fotografías de los años cincuenta muestran a un hombre con el aire confiado de
una estrella romántica de Hollywood. Las mujeres se enamoraban de él Y él —que
estaba casado y con hijos— también se enamoró de ella. Winnie era la Ava
Gardner de Soweto, y él, Clark Gable. Mandela se divorció de su primera mujer,
Eveline, y se casó con Winnie, con quien tuvo dos hijas pero a la que, como se
quejaría ella más tarde, veía muy poco, sobre todo después de que le nombraran
comandante en jefe del nuevo brazo militar del ANC, Umkhonto we Sizwe, La lanza
de la nación, en 1961, y se viera obligado a pasar a la clandestinidad. Su veta
vanidosa le perjudicó. Empeñado en ser un Che Guevara, adoptó un eslogan
popular en la época, “Tomaremos el poder a la manera de Castro”, e insistía, en
contra de las advertencias de sus amigos, en llevar uniformes revolucionarios
de color verde cada vez que aparecía en público, pese a que la policía le había
designado como el hombre más buscado de Sudáfrica. Su incapacidad de mantener
la discreción que exigían sus circunstancias fue una de las razones de que lo
detuvieran en 1962; permaneció entre rejas 27 años y medio.))
Rebelde
desde el principio, rebeldía necesaria siempre ante la injusticia.
((Educado como jefe de la tribu de los Temblu,
a la que pertenecía, cursó Derecho en la única universidad para negros de Sudáfrica y un año después
huyó a Johanesburgo para evitar una boda por obligación. A lo largo de su vida
se casaría tres veces. Afloraban los retazos de su firme oposición al statu quo
de la época.
A sus 26 años, ingresó en
Congreso Nacional Africano (CNA), el partido
que luchaba contra la segregación racial, institucionalizada por ley cuatro
años después con la victoria electoral del Partido Nacional. Empezaba el Apartheid en 1948.
Sudáfrica se dividía entre
blancos, negros y mestizos; posteriormente los
indios y pakistaníes se añadirían a la lista como una cuarta 'categoría'
racial. La normativa establecía las zonas para cada grupo, los empleos a los
que podían aspirar o su forma de educación. Los 'no blancos' sólo podían acudir a los espacios
ajenos a través de pases de visita concedidos a los trabajadores de la zona. El
contacto social entre blancos y negros estaba prohibido. "Todo parece
imposible hasta que se hace", diría casi 30 años más tarde. En aquel
momento todo parecía imposible.
En este contexto, Mandela,
junto a su partido, impulsó la campaña de desobediencia civil, que además de instar al
pueblo sudafricano al incumplimiento de las leyes
injustas, promovió también acciones violentas. Pasados los años, en 1961, se
convirtió en el comandante del brazo armado de su partido y llegó a viajar a
Argelia para recibir entrenamiento como guerrillero.))
A partir de aquí fue encarcelado a su regreso, acusado
de abandonar su país. Casi 28 años a la sombra, (en condiciones de preso
sometido al Apartheid).
Pudo haberse ocupado de vengar la muerte de
sus amigos por aquellos que también le humillaron a él y sin embargo decidió
que la concordia era el camino, por un bien superior, el de la igualdad de
todos los seres humanos.
((Sólo una
acción de masas disciplinada puede garantizar nuestra victoria. Exhortamos a
nuestros compatriotas blancos a unirse a nosotros para forjar una nueva
Sudáfrica. El movimiento por la libertad política es una meta también para
vosotros". (Nelson Mandela, 11 de febrero de 1990))
Madiba, el Uno y el Único.
Luchó contra sí mismo y venció. Dejó a un
lado el rencor, decidió optar reunir sus fuerzas en pos de un bien superior; Hacer
de este mundo un lugar más pleno y justo. Eso no está al alcance de casi nadie.
Pudo haberse ocupado de hacer carrera como
brillante abogado, pero decidió luchar por su país, ante aquellos que le
acusaron de abandonarlo. Acabar de un modo pacífico con la lacra del Apartheid
como presidente, luchar por los derechos humanos, contra las guerras, el hambre
y el sida, y optimizar los servicios públicos para los ciudadanos más
indefensos, cuando dejó de serlo.
No pensaba en sí mismo sino en su misión, en
el fin que debía desempeñar. Si esto no da lugar a la esperanza en un mundo
mejor, nada lo puede hacer.
Para los románticos la grandeza radica en la
renuncia. Madiba fue un gigante por derecho propio, desde la humildad y el
trabajo, desde la paz se erigió en un modelo de hombre. No buscaba el
reconocimiento, tan solo hacer las cosas bien.
Hacer las cosas del modo correcto no es lo
más fácil, y sin embargo ahí radica la verdadera fuerza, el verdadero reto. El
mal es tarea fácil, tarea de tontos, el bien no, exige muchas horas de
pensamiento, mucha razón y mucho corazón, mucho coraje en definitiva. Que te
priven del bien más preciado, encarcelado
durante tantos años, y dedicar ese tiempo a cultivar tu alma y convertirte en
alguien mejor de lo que eras, es casi un milagro de entereza y fuerza
sobre-humana, amor por la vida en su sentido más pleno, amor por la justicia inherente
a la propia naturaleza de la vida, amor por lo que supone “ser íntegro” aún con
el padecimiento que ese “ser” conlleva. Por eso su persona desprendía el aura
que brota del interior, fruto de la seguridad en uno mismo, de visión de
futuro, y de un talento para la política innato.
De esta manera sus pasos son un símbolo, su
historia es un mensaje. Su recuerdo no será fácil de borrar, su legado es
inconmensurable, el de un guerrero, un luchador. Como me dijo una vez una
amiga, en eso se basa todo, en luchar por lo que consideramos mejor.
((El truco era no perder jamás
su dignidad ni sus principios, negarse a ser intimidado y tratar a todos los
que le rodeaban con respeto, con el “respeto normal y corriente”. Estas
cualidades, acompañadas de sus modales majestuosos, le iban a permitir
conquistar a los dos primeros miembros de la administración blanca con los que
habían tenido contacto él y cualquier otro dirigente negro…
Al
salir en libertad el 11 de febrero de 1990, Mandela
emprendió una marcha triunfal por toda Sudáfrica en la que prefijó un
mensaje muy perfilado de reconciliación y desafío. No era ningún Gandhi y se
negó a pedir el cese de la “lucha armada” —que había sido más bien simbólica—
hasta que el Gobierno dio señales inequívocas de comprometerse a una democracia
de pleno derecho en la que se aplicara el principio de una persona, un voto.
No
tuvo más remedio porque el presidente F. W. de Klerk, al que describió con
elegancia (y astucia) como “un hombre íntegro”, creyó al principio que iba a
salir del paso con alguna fórmula sui generis, semidemocrática, que contemplase
los “derechos de la minoría” y asegurase y perpetuase los privilegios de los
blancos. Las negociaciones que se desarrollaron durante los cuatro años
sucesivos fueron duras, pero ni mucho menos tan duras como lo que estaba
sucediendo en los distritos negros, sobre todo los de la periferia de
Johannesburgo. Los últimos coletazos de la bestia del apartheid se manifestaron
en un intento concertado de desbaratar la transición por parte de fuerzas
oscuras en el aparato de seguridad, aliadas con la organización negra
conservadora Inkatha, cuyo líder zulú de extrema derecha, Mangosuthu Buthelezi,
beneficiario del sistema de “patrias tribales” del apartheid, tenía tanto miedo
a que gobernara el ANC como cualquier blanco. Las matanzas en Soweto y otros
lugares alcanzaron una dimensión inédita en Suráfrica desde la guerra de los
boers, casi 100 años antes.
Mandela
clamaba en público, se indignaba contra De Klerk en privado, y
sus colegas de la ejecutiva nacional del ANC tenían que contenerlo para que no
cancelara las negociaciones; para que su ira, que a veces le cegaba, no le
hiciese recurrir a un enfrentamiento abierto. Sin embargo, cuando llegó la
prueba definitiva, supo mantener la cabeza fría y dio su bendición a un acuerdo
trascendental por el que el primer Gobierno elegido democráticamente del país
iba a ser una coalición en la que los ministerios se repartirían en función del
porcentaje de voto obtenido por cada partido.
Tendió la
mano a una Sudáfrica blanca bastante pacificada convenciendo a su propia gente
para que hiciera otra concesión en un asunto que todos los surafricanos
llevaban en el corazón.))
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